ADOCTRINAR EN EL ESPECISMO

«Hemos sido formados por una historia del pensamiento en la que apenas estamos conscientes de que vemos a los animales como recursos que tenemos derecho a emplear del modo que creamos conveniente para satisfacer nuestras necesidades y deseos.» ~ Gary Steiner

Los seres humanos hemos esclavizado a los demás animales. Los sometemos a nuestra voluntad para utilizarlos de comida, de vestimenta, de transporte, de entretenimiento, de compañía,… y muchos otros fines para nuestro beneficio.

Esta situación de esclavitud no se mantiene en el tiempo de forma espontánea sino que necesita un constructo ideológico que ayude a mantenerla para evitar que se vea cuestionada y asaltada por nuestra empatía y el sentido moral —como ocurre con los niños que todavía no han asimilado los prejuicios especistas— y con ese propósito surge la idea de que los seres humanos somos “seres superiores” que tenemos legitimidad en dominar a los demás animales.

Un ejemplo representativo de este adoctrinamiento lo encontramos de la mano de la Asociación Española de Pediatría, quien aconseja a los padres que no cuenten la verdad a sus hijos sobre la procedencia de los productos de origen animal para que así no los rechacen. Se afirma que con los vegetales “no hay ningún problema” pero que con los animales hay que esperar un tiempo “hasta que el niño comprenda como funciona la naturaleza [sic]”. Esto es, hasta que la cultura especista haya anulado su empatía y su sentido moral y asimile como normal la idea de que los demás animales existen para que nosotros los explotemos. No es el funcionamiento de la naturaleza la que nos obliga o condiciona a explotar a los demás animales; es la ideología especista.

Desde la temprana infancia se nos educa en la noción de que los demás animales son seres inferiores que están en el mundo para ser utilizados por nosotros: los humanos. Pero esta idea es un prejuicio. No es un hecho; no es una verdad. Y además es una idea que contradice los principios elementales de la ética básica.

TEXTOS ESCOLARES QUE INCULCAN LA IDEA DE QUE EL SER HUMANO ES SUPERIOR A LOS DEMÁS ANIMALES Y TIENE LEGITIMIDAD PARA EXPLOTARLOS.

El antropocentrismo no es algo “natural”, no es una idea que esté inserta en nuestra mente de forma inherente, sino que es una doctrina ideológica que se difunde en nuestra cultura como paradigma moral y cuyo objetivo es cosificar a los otros animales para facilitar su explotación; de la misma manera que la cultura machista cosifica a las mujeres para que los varones las puedan dominar y someter a su voluntad.

El especismo no es más natural de lo que lo es el machismo. Se trata de un prejuicio construido culturalmente para motivar y perpetuar una determinada estructura de opresión en la que un grupo dominante [los humanos] someten y explotan a los otros individuos que no pertenecen a dicho grupo [los animales no humanos] con el fin de obtener un beneficio.

Puede que exista una tendencia de origen biológico que nos motiva a agruparnos junto a los que son más semejantes a nosotros —lo cual ayudaría a explicar fenómenos como el racismo o el sexismo— pero no es natural toda la ideología que acompaña a la discriminación especista sino que se trata de una construcción cultural que se ha ido forjando para justificar nuestra opresión sobre los demás animales.

Cuando desde niños se nos inculcan una serie de ideas y de hábitos de conducta, luego nos resulta más difícil cuestionarlos y analizarlos con objetividad. De ese modo aceptamos como normal lo que en otras circunstancias juzgaríamos como un error o un crimen, de acuerdo a nuestro sentido moral.

Si no fuera por la adoctrinación especista que recibimos a partir de la infancia en todos ámbitos [familia, escuela, sociedad] no podríamos aceptar la explotación de los demás animales como algo normal. Lo demuestra el hecho de que tantísima gente rechace de forma espontánea, por sentido moral, determinadas actividades de explotación animal precisamente porque no han sido educados ni acostumbrados a ellas; a pesar de que esas actividades no se diferencian de aquellas otras en las que ellas participan habitualmente.

La filósofa Hanna Arendt y el psicólogo Stanley Migran dedicaron gran parte de su trabajo a estudiar cómo puede suceder que los seres humanos que no tienen una naturaleza cruel o psicópata sean circunstancialmente capaces de apoyar y participar en actividades de violencia extrema cuando se les presiona socialmente para ello. Esto ocurre debido en parte a que todos poseemos una cierta tendencia innata a seguir los dictados del grupo al que pertenecemos, ya sea a normas establecidas en ese grupo o a la voluntad del líder que lo dirige, y esa tendencia nos condiciona incluso hasta el punto de sofocar nuestra empatía natural y nuestro razonamiento moral.

Vivimos en una cultura que nos adoctrina en la creencia de que los demás animales existan para servir a nuestras necesidades y deseos. Interiorizamos totalmente esa creencia en nuestra mentalidad a traves de rituales sociales como, por ejemplo, la práctica de comer animales. Asumimos desde niños el hábito de participar en la explotación de los animales sin apenas darnos cuenta de ello. Es por esto que cuando alguien critica la existencia de la explotación animal lo recibimos a menudo como si estuviera defendiendo que respirar aire está mal.

Algunas personas alegan que no deberíamos “imponer” a los niños el veganismo. Mientras que al mismo tiempo esas personas inculcan sus propias creencias y hábitos a sus hijos. Aparte de esta evidente contradicción; si realmente no se quiere imponer a los niños nada más allá de lo necesario, entonces ¿por qué no se les cuenta la verdad sobre lo que les hacemos a los animales que explotamos y que los niños decidan por sí mismos? A ver qué sucede.

Sin embargo, por mucho que nuestra empatía y nuestra conciencia moral se puedan ver reprimidas y distorsionadas por este adoctrinamiento, podemos conseguir salir de este marco cultural especista precisamente gracias a esas mismas cualidades.

Muchos de nosotros ya hemos cuestionado y desafiado esas creencias que nos dicen que está bien explotar a otros animales, que está bien ignorar que ellos son seres conscientes, que experimentan emociones y sentimientos, y que está bien destruir sus intereses con el objetivo de favorecer los nuestros.

A esa oposición ética a considerar a los animales como si fueran objetos y meros recursos para los humanos es lo que llamamos veganismo.